De esta forma titulaba el artículo aparecido en El Correo de Andalucía con fecha 3 de Marzo de 1985, en plena cuaresma, nuestro benemérito y recordado hermano Manuel Fernández Piedra de Silva, con motivo de la exposición “La Semana Santa de ayer”, a que hace referencia en él, y al conocido como manto de la paloma que había pertenecido a nuestra Hermandad. Habiendo transcurrido desde entonces 27 años, y como el mismo apuntaba como interés para la generación actual -la de 1985-, lo transcribo en su totalidad para conocimiento de esta, la de 2012.
Al asistir en la tarde del pasado miércoles al acto inaugural de la exposición que bajo el titulo “La Semana Santa de ayer”, pudimos contemplar la esplendida colección de mantos procesionales, imágenes y enseres que, en otro tiempo, pertenecieron a nuestras cofradías y que se exhiben en la sede de la Obra Cultural de la Caja de Ahorros Provincial San Fernando de Sevilla. Obras de arte de ricos bordados, con reflejos de inigualable belleza, verdadero tesoro que nuestras cofradías, da pena confesarlo, no supieron valorar en tiempos pasados.
Mi condición de antiguo cofrade de mi querida Hermandad de Jesús de la Pasión, me hace recordar vivencias y recuerdos de actos, situaciones, problemas que a través de ya 68 años transcurridos, fluyen a mi memoria al haber sido fiel testigo de tales hechos.
Por ello, me he sentido atraído de hilvanar unas notas de cierta curiosidad para la generación actual, en orden a la pérdida del antiguo manto de la Virgen de la Merced, que hoy ha quedado expuesto para admiración de propios y extraños en esta magnífica exposición como esplendida obra de arte del bordado, afortunadamente muy bien conservado y que tiene especialísimo interés artístico.
En el año 1928, la Hermandad de Pasión sentía marcado entusiasmo en la tarea emprendida en la construcción del actual paso de palio de la Virgen. En las dependencias altas de la sala sacramental, se había instalado un taller especialmente dedicado a las labores de bordado del manto, saya y ropaje de San Juan Evangelista, bajo la experta dirección del artífice Antonio Amián, que regía los trabajos de un competente grupo de bordadoras, como autor del dibujo que había diseñado previamente.
Esto hizo que, ya que la obra muy adelantada, la junta de gobierno acordase vender el antiguo paso de Virgen. Por tanto, se desprendería de los magníficos bordados de manto y palio de aquella época.
Recordando estos extremos y haciéndole ver la importancia del manto antiguo a Luis Becerra, verdadero artífice de esta exposición, que según conocía estaba en Ronda, no dudó por un momento en realiza las gestiones oportunas de forma personal para traer a Sevilla esta pieza inigualable a la exposición que ahora admiramos.
Resulta singular, recordar algunos pormenores que se recogen en el catálogo de dicha exposición como “obra de la última decena del siglo XIX “, conociéndosele como pocas, aunque de gran importancia la que se reseña de Emilia Salvador.
Efectivamente, se trata –añade el catálogo- “de prenda al gusto de la época en el que las masas de los adornos de hojas de acanto predomina toda ella con gran riqueza sobre terciopelo negro”. Año 1897.
Pues bien, esta obra artesanal la lució la Virgen de la Merced en bordados sobre terciopelo negro, si bien hoy en día se admira en terciopelo rojo, hasta el referido año 1928 en que definitivamente la Hermandad de pasión la vendió a la de Nuestro Padre Jesús y Nuestra Señora de los Dolores, de la ciudad de Ronda.
Merece especial recuerdo la Semana Santa de aquel año, puesto que el Jueves Santo fue un día aciago para las cofradías, entre ellas la de Pasión, ya que una incesante y fuerte lluvia no cesó durante toda la tarde y la noche, lo que hizo que la junta de gobierno, lógicamente, suspendiera la salida de la cofradía.
Recordamos como ante este hecho, se dispusiera el rezo del Santo Rosario y un vía crucis, iniciándose éste con la cruz de guía y faroles de plata. En el púlpito, dirigiendo este culto, el tan admirado director espiritual don José Sebastián y Bandarán, camarero del Señor de Pasión, que pronunció una fervorosa plática. Pocos hermanos, reducidísimo número, habían acudido con la túnica de nazarenos, en su mayoría jóvenes; los demás vestidos de seglares unidos a fieles que llenaban por completo el Salvador. Así terminado el acto, los hermanos se despidieron de las sagradas imágenes con la petición intima de una oración para el tiempo más bonancible en 1929.
Tenía concertado la Hermandad de Pasión, con la de Ronda, entregar el paso de la Virgen completo, excepto la candelería, una vez efectuada la estación de penitencia a la Catedral de regreso a su templo, para lo cual estaba previsto desmontar de inmediato el paso, ya que el Viernes Santo en Ronda debería figurar en la Hermandad de Nuestro Padre Jesús y Nuestra Señora de los Dolores. Por tanto, al no salir procesionalmente la Hermandad de Pasión, una vez cerradas las puertas de la iglesia, se procedió a adelantar la entrega de dicho paso.
¿En cuánto quedo concertada la venta? Resulta curioso los pocos antecedentes que hemos encontrado. Consultando el libro de acta del citado 1928, tan solo se recoge un apunte de entrega de efectivo de 15.000 pesetas y cita brevemente la existencia de una letra de cambio convenida, cuya cuantía se ignora, lo que hace suponer que el precio acordado no sería ciertamente de importancia.
Ante este hecho, se impone una pregunta: ¿Qué valor representaría hoy en día, esta joya del bordado tan maravilloso que contemplamos ahora en esta exposición? Dejamos en el aire esta incógnita y sería muy interesante conocer la opinión de personas expertas en apreciar lo que representa este tesoro vendido en tales circunstancias.
Sevilla admiraba este manto, hasta tal punto que, cuando el paso aparecía en nuestras calles, era curioso la expedición que producía. Recordamos como los padres levantaban a sus hijos en alto para que los pequeños pudieran contemplar aquella paloma, remarcada en oro, con sus alas abiertas, mostrando en su pico una simbólica rosa de pasión, alegórica al título de la portentosa efigie de Jesús de la Pasión. Por esta circunstancia, se le conocía por el pueblo vulgarmente como el “manto de la paloma”.
Lástima que al contemplarla ahora en la exposición se encuentre bastante deteriorada, faltándole la flor de pasión. Por ello, nos permitimos brindarle la idea a la Hermandad de Nuestro Padre Jesús y Nuestra Señora de los Dolores, su actual propietario, el interés máximo por su restauración, de forma cuidadosa, para mayor hermosura de este manto, único en su estilo en maravilloso conjunto.
Terminamos esta vivencia. En 1929, año de la Exposición Iberoamericana de Sevilla, que fue apoteósica toda la Semana Santa en esplendor y masiva afluencia de gentes llegadas de toda España, con la presencia de sus Majestades los Reyes don Alfonso XIII, la reina y toda la corte española, se estrenó al actual paso de la Virgen de la Merced, sin que figurase san Juan Evangelista como es tradicional costumbre en la hermandad, ya que no pudo ser terminada su túnica y mantolín, que hoy día se admira como una maravilla de autentica riqueza en bordado de oro, que en 1930 pudo estrenarse.
Cabe lamentar la venta del manto antiguo como hemos expuesto, de forma incomprensible, pero también es justo reconocer la suntuosidad de los actuales bordados que se admiran hoy en día en el paso de la Virgen, verdadera obra de arte, así como las láminas que representan los Siete Dolores de la Señora, autenticas piezas en bordados de seda, que más bien parecen pinturas por la finura de su ejecución. El coste de algunos de estos encuadres, como por ejemplo el de la huida a Egipto, recordamos como dato anecdótico para las circunstancias actuales, costó 1.500 pesetas.
Sean estas breves notas pequeña historia sobre un manto que se nos fue de Sevilla a Ronda. Como hermano de Pasión sentí hondamente la venta del mismo en época que siendo joven no dependía de mí evitarlo. De todas formas, ante hecho consumado, nos congratulamos que nuestros ojos lo hayan podido contemplar de nuevo en esta magna exposición de “La Semana Santa de ayer”.
Interesante documento que guardo con la estima que siempre profesé a su autor, al que tuve la gran satisfacción de conocer bien, de tratarlo con familiaridad y recordarlo con cariño, a pesar de las riñas que nos dispensaba -cuando jóvenes-, seguramente por no haber hecho algo adecuado a los formidables conocimientos que tenía de nuestra Hermandad y sus recodos más íntimos, como lo demuestra en esta líneas. Y que quiero compartir hoy con todos vosotros.
José María Díaz de los Reyes
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