domingo, 23 de diciembre de 2012

Próximas actividades de la Juventud de Pasión

El próximo día 27 de diciembre, a las 20:30 horas, Misa de la Juventud de Pasión en honor a san Juan Evangelista, oficiada por don Javier Rodríguez Sánchez. Al terminar, convivencia en la Hermandad junto a las juventudes de las vecinas Hermandades del Amor y del Rocío de Sevilla.
El próximo día 29 de diciembre, a partir de las 17:00 horas, Cartero Real de la Hermandad de Pasión y Merienda Solidaria en el Patio de los Naranjos. 
Os esperamos a todos, jóvenes y "no tan jóvenes", a disfrutar de estos ratos de convivencia en vuestra Hermandad.

viernes, 21 de diciembre de 2012

Visita del Cartero Real a San Juan de Dios



 Como cada año nuestro Cartero Real vuelve a estar entre nosotros para repartir ilusión y felicidad por los que más lo necesitan. En esta ocasión se nos concedió la oportunidad de dibujarles una sonrisa a esos “niños” que residen en San Juan de Dios. Cargados de bastantes más años de los que nos suelen visitar cada Navidad  las dependencias de nuestra hermandad, pero con unas sonrisas que nos mostraba que en esos ojos cansados y desgastados por los años seguía estando la ilusión de unos niños.
El acto tuvo lugar dentro de las dependencias de la residencia, encargándose nuestro Cartero y sus dos ayudantes de recoger todas las cartas portadoras de los deseos de los allí presentes. Obsequiándoles con unas bufandas para los caballeros y pañuelos para las señoras.
Agradecerles en especial a los alumnos del Colegio Cristo Rey  su grata compañía a nuestro Cartero Real, y por amenizar todo el evento con sus villancicos.
Recordaros de nuevo que el próximo sábado 29 de diciembre por la tarde, de nuevo nos acompañará el Cartero Real para recoger las cartas y peticiones de los pequeños y no tan pequeños que quieran acercarse, y los que deseen colaborar con la Merienda Solidaria que tendrá este año lugar a la misma vez que la recogida de cartas.

lunes, 17 de diciembre de 2012

VÍA CRUCIS AÑO DE LA FE


Como ya conoceréis, la sagrada imagen de Nuestro Padre Jesús de la Pasión, ha sido designada para representar una de las estaciones del Vía Crucis que, con motivo del año de la Fe, se celebrará en nuestra ciudad (D.m.) el próximo día 17 de febrero de 2013.
A día de hoy, aún no están ultimados los detalles sobre la formación del cortejo (horarios, número de hermanos, etc.). Lo que sí sabemos es que salvo cambio de última hora, nuestra sagrada imagen irá en su paso procesional acompañada por un número aún no determinado de hermanos portando cirios.
A tal efecto, abriremos un plazo de solicitud de papeletas de sitio, que comenzará el primero de enero de 2013 y que acabará el 5 de febrero. Dos días más tarde (jueves 7 de febrero), se publicará en las dependencias de nuestra Hermandad la lista con los nombres de los hermanos que formarán el cortejo, atendiendo siempre a un riguroso orden de antigüedad.
Los días 11 y 12 de febrero, en horario de 19:00h a 21:00h, se repartirán las papeletas de sitio en nuestras dependencias, teniendo en cuenta que aquellos que no lo hagan en este plazo, serán reemplazados por los siguientes en la lista. Las papeletas podrán ser retiradas por los hermanos mediante una aportación de carácter voluntario.
Las solicitudes, según el modelo publicado en el último boletín, se harán llegar al Diputado Mayor de Gobierno con anterioridad al 5 de febrero, bien por correo ordinario (Hermandad de Pasión, Plaza del Salvador s/n, 41001 Sevilla), entregándolas en las dependencias de la Hermandad o enviándolas a diputacionmayor@hermandaddepasion.org
Por último, recordar que se trata de un acto penitencial, que en todo momento requerirá el recogimiento y compostura que marcan nuestras Reglas para la Estación de Penitencia, haciendo especial mención en los siguientes puntos:
-          No abandonar la fila y seguir en todo momento las indicaciones del responsable de los tramos.
-          Compromiso de los hermanos para realizar tanto el recorrido de ida, como el de vuelta.
-          Recordar la obligatoriedad de vestir traje oscuro, acorde con la solemnidad del acto.

El Diputado Mayor de Gobierno

domingo, 16 de diciembre de 2012

Fallece nuestro hermano Petete Cerezal, camarero de San Juan Evangelista


En el día de ayer falleció nuestro querido hermano José Eduardo Pérez Cerezal, a quien todos conocíamos como Petete. Petete Cerezal era uno de los sastres más reconocidos y de más prestigio en nuestra ciudad y puso al servicio de nuestra Archicofradía los mejores conocimientos de su profesión, como antes lo hiciera su tío Pepe Cerezal. Al igual que él, ha sido camarero de la Imagen de San Juan Evangelista, cargo que ha ostentado hasta su fallecimiento, como aparece publicado en el último boletín. Muy vinculado a otras hermandades como San Roque, el Rocío de Triana o la Hermandad de los Sastres, desde esta Archicofradía Sacramental de Pasión le enviamos nuestras condolencias a sus hijos y elevamos nuestra oración a Nuestro Padre Jesús de la Pasión para que le conceda el eterno descanso.

sábado, 15 de diciembre de 2012

ACTOS EN EL AÑO DE LA FE


NUEVO BOLETÍN

Subimos al blog el nuevo boletín de Diciembre, con diversa información sobre el Año de la Fe, el Vía-Crucis en el que participará la sagrada imagen de Nuestro Padre Jesús de la Pasión, un emotivo recuerdo para nuestro hermano recientemente desaparecido Francisco Navarro y otras secciones. Puede descargarse aquí.

jueves, 22 de noviembre de 2012

EL SEÑOR, EN EL VÍA CRUCIS CUARESMAL

Ayer, en Cabildo de Oficiales, la Junta de Gobierno de nuestra Archicofradía acordó, atendiendo a los deseos del Sr. Arzobispo de Sevilla, participar en el Vía Crucis que se celebrará en Febrero con la Sagrada Imagen del Señor, a propuesta del Consejo de Cofradías de la ciudad. Asimismo, el cabildo acordó que la subida al paso de la Imagen del Señor sea el día 15 de febrero, primer viernes de Cuaresma, una vez finalice la misa de Hermandad de ocho de la tarde. El Señor permanecerá en su paso hasta el domingo por la noche, y será bajado de aquél el lunes 18 por la mañana: esa misma tarde se procederá al traslado a su capilla sacramental. En el próximo boletín de Diciembre se ofrecerán más detalles acerca del acompañamiento y organización del cortejo que acompañará al Señor.

domingo, 18 de noviembre de 2012

CONVIVENCIA DE HERMANDADES DEL JUEVES SANTO

El próximo jueves, 22 de noviembre, tendrá lugar en la parroquia de San Román, a las 20.30 horas, la convivencia de hermandades del Jueves Santo, organizada por la Hermandad de la Exaltación, comenzando con una Eucaristía y siguiendo a esta una convivencia fraterna. Os animamos a asistir.

martes, 13 de noviembre de 2012

RETIRO DE ADVIENTO


CÍRCULO DE FE

El próximo Sábado 24 de Noviembre a las 11 de la mañana comenzaremos en Nuestra Hermandad el primer Círculo de Pasión. Reuniones de carácter formativo que la Hermandad pone en marcha para todos los hermanos que quieran asistir mensualmente. Este mes tendremos la 1 Jornada Formativa con el siguiente orden:

- Oración y presentación por nuestro Director Espiritual Don Florentino Córcoles.
- Ponencia "El año de la Fe, juventud y hermandad" por Don Luis Gaisse Fariña Prbro.
- Ruegos y preguntas.
- Eucaristía presidida por el mismo Sacerdote en la Capilla Sacramental.

Os esperamos a todos los hermanos que estéis interesados en asistir, pasaremos un rato agradable en nuestra casa que es la Hermandad.

Muchas Gracias a todos.

ÓLEO DE NUESTRA MADRE Y SEÑORA DE LA MERCED



RIFA DE UN OLEO DE NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED.
A BENEFICIO DE LA OBRA ASISTENCIAL de la FUNDACIÓN
Lo ganará quien posea el número coincidente con
el primer premio de la LOTERIA NACIONAL del 22.12.12
10 números correlativos por 1 €
De venta en Capillería de la Hermandad

martes, 6 de noviembre de 2012


NAVIDAD  2012

DE TODO LO QUE VAS A DISFRUTAR ESTA NAVIDAD, DALE ALGO A QUIEN NO TENDRÁ ABSOLUTAMENTE NADA

En tu mesa habrá a diario todo lo necesario para comer bien. Y algunos días tendrás comidas y cenas especiales y, seguramente, caras.
¿Puedes desprenderte de algo y dar su equivalente a quien no puede llevar a su mesa más que lo que le damos los demás?
 Seguramente vas a gastar bastante dinero en multitud de regalos.
¿Puedes dar el importe de uno sólo para quienes nada recibirán?
  
La FUNDACIÓN ASISTENCIAL NUESTRO PADRE JESÚS DE PASIÓN tiene la intención de “apadrinar” a 100 FAMILIAS en Navidad.  Precisamos 100€ por familia para comprar lo imprescindible a cada una de ellas.  
APELAMOS A TU GENEROSIDAD
 Los donativos y aportaciones (*) puedes entregarlos personalmente en la Hermandad a cualquiera de los miembros de la Comisión de Caridad o ingresándolos en la cuenta de la FUNDACIÓN:
2106 0080 18 2218374225
 (*)  Si no puedes llegar a los 100 € no dejes de ayudar. Cualquier donativo, por modesto que sea, será bienvenido. 

viernes, 2 de noviembre de 2012

NUEVO CALENDARIO

La Hermandad ha editado un calendario de sobremesa para el año 2013 que nos permitirá disfrutar durante todo el año de imágenes del patrimonio artístico de nuestra Archicofradía. Está ilustrado con trece fotos realizadas por NHD. Fran Silva, incluyendo calendario de cultos del próximo año e indicación expresa de los mismos en el mes correspondiente. Puede ser adquirido en la tienda de nuestra casa hermandad al precio de 3 euros.

viernes, 19 de octubre de 2012

SOBRE ACTAS DEL LIBRO SEGUNDO DE ACUERDOS DE LA PRIMITIVA E ILUSTRES HERMANDAD Y COFRADÍA DE NAZARENOS DE NTRO. PADRE JESÚS DE LA PASIÓN Y MARIA SANTÍSIMA DE LA MERCED SITUADA EN LA IGLESIA PARROQUIAL DEL ARCÁNGEL SEÑOR SAN MIGUEL DE ESTA CIUDAD DE SEVILLA



Cabildo General de fecha 12 de mayo de 1843.

Preside el cabildo el Hermano Mayor Juan de la Vega, asisten los Oficiales de Junta Antonio Martines, José Bermejo, Félix Tristán y José Wals. Sigue la lista de los hermanos asistentes.
No se lee acta del Cabildo anterior ya que no estaba asentado en el libro.
Toma la palabra el Hermano Mayor manifestando el estado miserable en que se encuentra la Hermandad y los mínimos recursos que se cuenta para atender los gastos del culto, invitando a los hermanos que por medio de una suscripción se puedan atender.
El Hermano Mayor hizo presente la informalidad e inexactitud que había observado en los asientos del anterior libro de acuerdos durante tiempo que desempeñó el cargo el Secretario primero Sr. Doyega, refiriéndose a hechos nada exactos que autorizaba él mismo.
Otros hermanos concurrentes al Cabildo estuvieron de acuerdo con las afirmaciones del Hermano Mayor, llegando a tal punto el acaloramiento de algunos asistentes que pidieron se anulasen todos los acuerdos e hicieran desaparecer el libro que los contenía.
El Secretario en funciones Juan A. de Angulo, hizo presente lo delicado que era tocar los acuerdos ya certificados y que se nombrase una comisión encargada de revisar los mismos, de lo que darían cuenta de la gestión a la Hermandad de estos obstáculos.
La comisión encargada estaba formada por Bermejo, Bouza y el Secretario.
Se nombra también una comisión para la reforma de algunos capítulos de las Reglas de la Hermandad. La comisión quedó formada después de alguna que otra sugerencia por los siguientes hermanos: Los sacerdotes Fernando de la Puente, Ramón Card y Félix Tristan, además de los miembros de Junta José Bermejo y el Secretario.
Se acordó también la enajenación de un crucifijo y un retablo, siempre que pertenecieses a la Hermandad.

Cabildo General de fecha 5 de noviembre de 1843

Por ausencia del Secretario asume las funciones el Oficial de Junta José Bermejo.
Se lee el acta del Cabildo de fecha anterior y las de fecha 5 de marzo, 27 de marzo y 9 de abril. Las actas leídas y aprobadas estaban suscritas en un libro nuevo.
El Hermano Mayor da cuenta de los trabajos de la comisión encargada de la reforma de Reglas, manifestando que había revisado los capítulos de Reglas de la Hermandad y conformando la reforma necesaria de ellos, actualizándolos con las circunstancias actuales. Una vez leídas las reformas en su totalidad por el Secretario, se aprobaron por unanimidad. Se aprueba también dar facultad a la Junta de Gobierno para que solicite de la Autoridad competente la aprobación de la reforma acordada. También queda acordado hacer cualquier variación que acordara el Gobierno competente para que no fuera obstáculo de su aprobación definitiva.
El Hermano Mayor hizo presente que ya se había realizado la venta del Crucifijo y altar grande como se aprobó en el Cabildo de fecha 12 de mayo pasado.
Conforme lo acordado en el Cabildo de fecha 3 de diciembre de 1842, se había hecho en el altar en que están nuestros Titulares un camarín para el Señor con objeto de que estuviese con decoro y reservado de suciedad y polvo, cuyo importe ha sido costeado con la venta del Crucifijo y el altar enajenados y con el resto del importe se compró una mesa y cubierta para la celebración de cabildos y actos públicos, ya que la Hermandad carecía de estos muebles.

Cabildo General de Elecciones celebrado el 14 de diciembre de 1844

Una vez hecho el recuento de votos la Junta quedó constituida como sigue:
Juan de la Vega Hermano Mayor
José Wals Consiliario 1º
Román Ortiz Consiliario 2º
José Bermerjo Mayordomo
Antonio Martines Fiscal 1º
Juan Mesa (¿?) Fiscal 2º
Manuel Montero Secretario 1º
Antonio Bausada Secretario 2º
Antonio Romero Prioste 1º
Diputados: Antonio Barcenas, José del Río, Ignacio Polo, Julián Camacho, Manuel de la Puente, José Ojeda, José Talavera, Martín Pérez y Juan Biruela.
Acto seguido tomó la palabra el Hermano Mayor Juan de la Vega dando las gracias y suplicó a la asamblea que habiendo desempeñado el cargo en los últimos años lo relevaran del mismo.  Puesto a votación la asamblea rechazó la propuesta.
El Secretario 1º da lectura a las cuentas del anterior año de 1843 que el mayordomo había presentado, la asamblea dio conformidad a las mismas.
El Hermano Mayor informa al Cabildo del fallecimiento de la Camarera de María Santísima de la Merced, siendo necesidad de ocupar dicho cargo, por lo que propuso a la hermana doña Concepción Label, en agradecimiento de los beneficios que la hermana en cuestión había realizado. Quedó aprobado por unanimidad en nombramiento.

José Mª Villajos Ruiz

domingo, 14 de octubre de 2012

AÑO DE LA FE



CARTA APOSTÓLICA
EN FORMA DE MOTU PROPRIO
PORTA FIDEI
DEL SUMO PONTÍFICE
BENEDICTO XVI
CON LA QUE SE CONVOCA EL AÑO DE LA FE

1. «La puerta de la fe» (cf. Hch 14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida. Éste empieza con el bautismo (cf. Rm 6, 4), con el que podemos llamar a Dios con el nombre de Padre, y se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna, fruto de la resurrección del Señor Jesús que, con el don del Espíritu Santo, ha querido unir en su misma gloria a cuantos creen en él (cf. Jn 17, 22). Profesar la fe en la Trinidad –Padre, Hijo y Espíritu Santo– equivale a creer en un solo Dios que es Amor (cf. 1 Jn 4, 8): el Padre, que en la plenitud de los tiempos envió a su Hijo para nuestra salvación; Jesucristo, que en el misterio de su muerte y resurrección redimió al mundo; el Espíritu Santo, que guía a la Iglesia a través de los siglos en la espera del retorno glorioso del Señor.
2. Desde el comienzo de mi ministerio como Sucesor de Pedro, he recordado la exigencia de redescubrir el camino de la fe para iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo. En la homilía de la santa Misa de inicio del Pontificado decía: «La Iglesia en su conjunto, y en ella sus pastores, como Cristo han de ponerse en camino para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios, hacia Aquel que nos da la vida, y la vida en plenitud»[1]. Sucede hoy con frecuencia que los cristianos se preocupan mucho por las consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso, al mismo tiempo que siguen considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida común. De hecho, este presupuesto no sólo no aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado[2]. Mientras que en el pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas.
3. No podemos dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta (cf. Mt 5, 13-16). Como la samaritana, también el hombre actual puede sentir de nuevo la necesidad de acercarse al pozo para escuchar a Jesús, que invita a creer en él y a extraer el agua viva que mana de su fuente (cf. Jn4, 14). Debemos descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios, transmitida fielmente por la Iglesia, y el Pan de la vida, ofrecido como sustento a todos los que son sus discípulos (cf. Jn 6, 51). En efecto, la enseñanza de Jesús resuena todavía hoy con la misma fuerza: «Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna» (Jn6, 27). La pregunta planteada por los que lo escuchaban es también hoy la misma para nosotros: «¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?» (Jn 6, 28). Sabemos la respuesta de Jesús: «La obra de Dios es ésta: que creáis en el que él ha enviado» (Jn 6, 29). Creer en Jesucristo es, por tanto, el camino para poder llegar de modo definitivo a la salvación.
4. A la luz de todo esto, he decidido convocar un Año de la fe. Comenzará el 11 de octubre de 2012, en el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y terminará en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de noviembre de 2013. En la fecha del 11 de octubre de 2012, se celebrarán también los veinte años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, promulgado por mi Predecesor, el beato Papa Juan Pablo II,[3]con la intención de ilustrar a todos los fieles la fuerza y belleza de la fe. Este documento, auténtico fruto del Concilio Vaticano II, fue querido por el Sínodo Extraordinario de los Obispos de 1985 como instrumento al servicio de la catequesis[4], realizándose mediante la colaboración de todo el Episcopado de la Iglesia católica. Y precisamente he convocado la Asamblea General del Sínodo de los Obispos, en el mes de octubre de 2012, sobre el tema de La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana. Será una buena ocasión para introducir a todo el cuerpo eclesial en un tiempo de especial reflexión y redescubrimiento de la fe. No es la primera vez que la Iglesia está llamada a celebrar un Año de la fe. Mi venerado Predecesor, el Siervo de Dios Pablo VI, proclamó uno parecido en 1967, para conmemorar el martirio de los apóstoles Pedro y Pablo en el décimo noveno centenario de su supremo testimonio. Lo concibió como un momento solemne para que en toda la Iglesia se diese «una auténtica y sincera profesión de la misma fe»; además, quiso que ésta fuera confirmada de manera «individual y colectiva, libre y consciente, interior y exterior, humilde y franca»[5]. Pensaba que de esa manera toda la Iglesia podría adquirir una «exacta conciencia de su fe, para reanimarla, para purificarla, para confirmarla y para confesarla»[6]. Las grandes transformaciones que tuvieron lugar en aquel Año, hicieron que la necesidad de dicha celebración fuera todavía más evidente. Ésta concluyó con la Profesión de fe del Pueblo de Dios[7], para testimoniar cómo los contenidos esenciales que desde siglos constituyen el patrimonio de todos los creyentes tienen necesidad de ser confirmados, comprendidos y profundizados de manera siempre nueva, con el fin de dar un testimonio coherente en condiciones históricas distintas a las del pasado.
5. En ciertos aspectos, mi Venerado Predecesor vio ese Año como una «consecuencia y exigencia postconciliar»[8], consciente de las graves dificultades del tiempo, sobre todo con respecto a la profesión de la fe verdadera y a su recta interpretación. He pensado que iniciar el Año de la fecoincidiendo con el cincuentenario de la apertura del Concilio Vaticano II puede ser una ocasión propicia para comprender que los textos dejados en herencia por los Padres conciliares, según las palabras del beato Juan Pablo II, «no pierden su valor ni su esplendor. Es necesario leerlos de manera apropiada y que sean conocidos y asimilados como textos cualificados y normativos del Magisterio, dentro de la Tradición de la Iglesia. […] Siento más que nunca el deber de indicar el Concilio como la gran gracia de la que la Iglesia se ha beneficiado en el siglo XX. Con el Concilio se nos ha ofrecido una brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza»[9]. Yo también deseo reafirmar con fuerza lo que dije a propósito del Concilio pocos meses después de mi elección como Sucesor de Pedro: «Si lo leemos y acogemos guiados por una hermenéutica correcta, puede ser y llegar a ser cada vez más una gran fuerza para la renovación siempre necesaria de la Iglesia»[10].
6. La renovación de la Iglesia pasa también a través del testimonio ofrecido por la vida de los creyentes: con su misma existencia en el mundo, los cristianos están llamados efectivamente a hacer resplandecer la Palabra de verdad que el Señor Jesús nos dejó. Precisamente el Concilio, en la Constitución dogmática Lumen gentium, afirmaba: «Mientras que Cristo, “santo, inocente, sin mancha” (Hb 7, 26), no conoció el pecado (cf. 2 Co 5, 21), sino que vino solamente a expiar los pecados del pueblo (cf. Hb 2, 17), la Iglesia, abrazando en su seno a los pecadores, es a la vez santa y siempre necesitada de purificación, y busca sin cesar la conversión y la renovación. La Iglesia continúa su peregrinación “en medio de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios”, anunciando la cruz y la muerte del Señor hasta que vuelva (cf. 1 Co 11, 26). Se siente fortalecida con la fuerza del Señor resucitado para poder superar con paciencia y amor todos los sufrimientos y dificultades, tanto interiores como exteriores, y revelar en el mundo el misterio de Cristo, aunque bajo sombras, sin embargo, con fidelidad hasta que al final se manifieste a plena luz»[11].
En esta perspectiva, el Año de la fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo. Dios, en el misterio de su muerte y resurrección, ha revelado en plenitud el Amor que salva y llama a los hombres a la conversión de vida mediante la remisión de los pecados (cf. Hch 5, 31). Para el apóstol Pablo, este Amor lleva al hombre a una nueva vida: «Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva» (Rm 6, 4). Gracias a la fe, esta vida nueva plasma toda la existencia humana en la novedad radical de la resurrección. En la medida de su disponibilidad libre, los pensamientos y los afectos, la mentalidad y el comportamiento del hombre se purifican y transforman lentamente, en un proceso que no termina de cumplirse totalmente en esta vida. La «fe que actúa por el amor» (Ga 5, 6) se convierte en un nuevo criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida del hombre (cf. Rm 12, 2;Col 3, 9-10; Ef 4, 20-29; 2 Co 5, 17).
7. «Caritas Christi urget nos» (2 Co 5, 14): es el amor de Cristo el que llena nuestros corazones y nos impulsa a evangelizar. Hoy como ayer, él nos envía por los caminos del mundo para proclamar su Evangelio a todos los pueblos de la tierra (cf. Mt 28, 19). Con su amor, Jesucristo atrae hacia sí a los hombres de cada generación: en todo tiempo, convoca a la Iglesia y le confía el anuncio del Evangelio, con un mandato que es siempre nuevo. Por eso, también hoy es necesario un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe. El compromiso misionero de los creyentes saca fuerza y vigor del descubrimiento cotidiano de su amor, que nunca puede faltar. La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo. Nos hace fecundos, porque ensancha el corazón en la esperanza y permite dar un testimonio fecundo: en efecto, abre el corazón y la mente de los que escuchan para acoger la invitación del Señor a aceptar su Palabra para ser sus discípulos. Como afirma san Agustín, los creyentes «se fortalecen creyendo»[12]. El santo Obispo de Hipona tenía buenos motivos para expresarse de esta manera. Como sabemos, su vida fue una búsqueda continua de la belleza de la fe hasta que su corazón encontró descanso en Dios.[13]Sus numerosos escritos, en los que explica la importancia de creer y la verdad de la fe, permanecen aún hoy como un patrimonio de riqueza sin igual, consintiendo todavía a tantas personas que buscan a Dios encontrar el sendero justo para acceder a la «puerta de la fe».
Así, la fe sólo crece y se fortalece creyendo; no hay otra posibilidad para poseer la certeza sobre la propia vida que abandonarse, en un in crescendo continuo, en las manos de un amor que se experimenta siempre como más grande porque tiene su origen en Dios.
8. En esta feliz conmemoración, deseo invitar a los hermanos Obispos de todo el Orbe a que se unan al Sucesor de Pedro en el tiempo de gracia espiritual que el Señor nos ofrece para rememorar el don precioso de la fe. Queremos celebrar este Año de manera digna y fecunda. Habrá que intensificar la reflexión sobre la fe para ayudar a todos los creyentes en Cristo a que su adhesión al Evangelio sea más consciente y vigorosa, sobre todo en un momento de profundo cambio como el que la humanidad está viviendo. Tendremos la oportunidad de confesar la fe en el Señor Resucitado en nuestras catedrales e iglesias de todo el mundo; en nuestras casas y con nuestras familias, para que cada uno sienta con fuerza la exigencia de conocer y transmitir mejor a las generaciones futuras la fe de siempre. En este Año, las comunidades religiosas, así como las parroquiales, y todas las realidades eclesiales antiguas y nuevas, encontrarán la manera de profesar públicamente el Credo.
9. Deseamos que este Año suscite en todo creyente la aspiración a confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza. Será también una ocasión propicia para intensificar la celebración de la fe en la liturgia, y de modo particular en la Eucaristía, que es «la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y también la fuente de donde mana toda su fuerza»[14]. Al mismo tiempo, esperamos que el testimonio de vida de los creyentes sea cada vez más creíble. Redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada[15], y reflexionar sobre el mismo acto con el que se cree, es un compromiso que todo creyente debe de hacer propio, sobre todo en este Año.
No por casualidad, los cristianos en los primeros siglos estaban obligados a aprender de memoria el Credo. Esto les servía como oración cotidiana para no olvidar el compromiso asumido con el bautismo. San Agustín lo recuerda con unas palabras de profundo significado, cuando en unsermón sobre la redditio symboli, la entrega del Credo, dice: «El símbolo del sacrosanto misterio que recibisteis todos a la vez y que hoy habéis recitado uno a uno, no es otra cosa que las palabras en las que se apoya sólidamente la fe de la Iglesia, nuestra madre, sobre la base inconmovible que es Cristo el Señor. […] Recibisteis y recitasteis algo que debéis retener siempre en vuestra mente y corazón y repetir en vuestro lecho; algo sobre lo que tenéis que pensar cuando estáis en la calle y que no debéis olvidar ni cuando coméis, de forma que, incluso cuando dormís corporalmente, vigiléis con el corazón»[16].
10. En este sentido, quisiera esbozar un camino que sea útil para comprender de manera más profunda no sólo los contenidos de la fe sino, juntamente también con eso, el acto con el que decidimos de entregarnos totalmente y con plena libertad a Dios. En efecto, existe una unidad profunda entre el acto con el que se cree y los contenidos a los que prestamos nuestro asentimiento. El apóstol Pablo nos ayuda a entrar dentro de esta realidad cuando escribe: «con el corazón se cree y con los labios se profesa» (cf. Rm 10, 10). El corazón indica que el primer acto con el que se llega a la fe es don de Dios y acción de la gracia que actúa y transforma a la persona hasta en lo más íntimo.
A este propósito, el ejemplo de Lidia es muy elocuente. Cuenta san Lucas que Pablo, mientras se encontraba en Filipos, fue un sábado a anunciar el Evangelio a algunas mujeres; entre estas estaba Lidia y el «Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo» (Hch 16, 14). El sentido que encierra la expresión es importante. San Lucas enseña que el conocimiento de los contenidos que se han de creer no es suficiente si después el corazón, auténtico sagrario de la persona, no está abierto por la gracia que permite tener ojos para mirar en profundidad y comprender que lo que se ha anunciado es la Palabra de Dios.
Profesar con la boca indica, a su vez, que la fe implica un testimonio y un compromiso público. El cristiano no puede pensar nunca que creer es un hecho privado. La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con él. Y este «estar con él» nos lleva a comprender las razones por las que se cree. La fe, precisamente porque es un acto de la libertad, exige también la responsabilidad social de lo que se cree. La Iglesia en el día de Pentecostés muestra con toda evidencia esta dimensión pública del creer y del anunciar a todos sin temor la propia fe. Es el don del Espíritu Santo el que capacita para la misión y fortalece nuestro testimonio, haciéndolo franco y valeroso.
La misma profesión de fe es un acto personal y al mismo tiempo comunitario. En efecto, el primer sujeto de la fe es la Iglesia. En la fe de la comunidad cristiana cada uno recibe el bautismo, signo eficaz de la entrada en el pueblo de los creyentes para alcanzar la salvación. Como afirma elCatecismo de la Iglesia Católica: «“Creo”: Es la fe de la Iglesia profesada personalmente por cada creyente, principalmente en su bautismo. “Creemos”: Es la fe de la Iglesia confesada por los obispos reunidos en Concilio o, más generalmente, por la asamblea litúrgica de los creyentes. “Creo”, es también la Iglesia, nuestra Madre, que responde a Dios por su fe y que nos enseña a decir: “creo”, “creemos”»[17].
Como se puede ver, el conocimiento de los contenidos de la fe es esencial para dar el propioasentimiento, es decir, para adherirse plenamente con la inteligencia y la voluntad a lo que propone la Iglesia. El conocimiento de la fe introduce en la totalidad del misterio salvífico revelado por Dios. El asentimiento que se presta implica por tanto que, cuando se cree, se acepta libremente todo el misterio de la fe, ya que quien garantiza su verdad es Dios mismo que se revela y da a conocer su misterio de amor[18].
Por otra parte, no podemos olvidar que muchas personas en nuestro contexto cultural, aún no reconociendo en ellos el don de la fe, buscan con sinceridad el sentido último y la verdad definitiva de su existencia y del mundo. Esta búsqueda es un auténtico «preámbulo» de la fe, porque lleva a las personas por el camino que conduce al misterio de Dios. La misma razón del hombre, en efecto, lleva inscrita la exigencia de «lo que vale y permanece siempre»[19]. Esta exigencia constituye una invitación permanente, inscrita indeleblemente en el corazón humano, a ponerse en camino para encontrar a Aquel que no buscaríamos si no hubiera ya venido[20]. La fe nos invita y nos abre totalmente a este encuentro.
11. Para acceder a un conocimiento sistemático del contenido de la fe, todos pueden encontrar en el Catecismo de la Iglesia Católica un subsidio precioso e indispensable. Es uno de los frutos más importantes del Concilio Vaticano II. En la Constitución apostólica Fidei depositum, firmada precisamente al cumplirse el trigésimo aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, el beato Juan Pablo II escribía: «Este Catecismo es una contribución importantísima a la obra de renovación de la vida eclesial... Lo declaro como regla segura para la enseñanza de la fe y como instrumento válido y legítimo al servicio de la comunión eclesial»[21].
Precisamente en este horizonte, el Año de la fe deberá expresar un compromiso unánime para redescubrir y estudiar los contenidos fundamentales de la fe, sintetizados sistemática y orgánicamente en el Catecismo de la Iglesia CatólicaEn efecto, en él se pone de manifiesto la riqueza de la enseñanza que la Iglesia ha recibido, custodiado y ofrecido en sus dos mil años de historia. Desde la Sagrada Escritura a los Padres de la Iglesia, de los Maestros de teología a los Santos de todos los siglos, el Catecismo ofrece una memoria permanente de los diferentes modos en que la Iglesia ha meditado sobre la fe y ha progresado en la doctrina, para dar certeza a los creyentes en su vida de fe.
En su misma estructura, el Catecismo de la Iglesia Católica presenta el desarrollo de la fe hasta abordar los grandes temas de la vida cotidiana. A través de sus páginas se descubre que todo lo que se presenta no es una teoría, sino el encuentro con una Persona que vive en la Iglesia. A la profesión de fe, de hecho, sigue la explicación de la vida sacramental, en la que Cristo está presente y actúa, y continúa la construcción de su Iglesia. Sin la liturgia y los sacramentos, la profesión de fe no tendría eficacia, pues carecería de la gracia que sostiene el testimonio de los cristianos. Del mismo modo, la enseñanza del Catecismo sobre la vida moral adquiere su pleno sentido cuando se pone en relación con la fe, la liturgia y la oración.
12. Así, pues, el Catecismo de la Iglesia Católica podrá ser en este Año un verdadero instrumento de apoyo a la fe, especialmente para quienes se preocupan por la formación de los cristianos, tan importante en nuestro contexto cultural. Para ello, he invitado a la Congregación para la Doctrina de la Fe a que, de acuerdo con los Dicasterios competentes de la Santa Sede, redacte una Nota con la que se ofrezca a la Iglesia y a los creyentes algunas indicaciones para vivir esteAño de la fe de la manera más eficaz y apropiada, ayudándoles a creer y evangelizar.
En efecto, la fe está sometida más que en el pasado a una serie de interrogantes que provienen de un cambio de mentalidad que, sobre todo hoy, reduce el ámbito de las certezas racionales al de los logros científicos y tecnológicos. Pero la Iglesia nunca ha tenido miedo de mostrar cómo entre la fe y la verdadera ciencia no puede haber conflicto alguno, porque ambas, aunque por caminos distintos, tienden a la verdad[22].
13. A lo largo de este Año, será decisivo volver a recorrer la historia de nuestra fe, que contempla el misterio insondable del entrecruzarse de la santidad y el pecado. Mientras lo primero pone de relieve la gran contribución que los hombres y las mujeres han ofrecido para el crecimiento y desarrollo de las comunidades a través del testimonio de su vida, lo segundo debe suscitar en cada uno un sincero y constante acto de conversión, con el fin de experimentar la misericordia del Padre que sale al encuentro de todos.
Durante este tiempo, tendremos la mirada fija en Jesucristo, «que inició y completa nuestra fe» (Hb12, 2): en él encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano. La alegría del amor, la respuesta al drama del sufrimiento y el dolor, la fuerza del perdón ante la ofensa recibida y la victoria de la vida ante el vacío de la muerte, todo tiene su cumplimiento en el misterio de su Encarnación, de su hacerse hombre, de su compartir con nosotros la debilidad humana para transformarla con el poder de su resurrección. En él, muerto y resucitado por nuestra salvación, se iluminan plenamente los ejemplos de fe que han marcado los últimos dos mil años de nuestra historia de salvación.
Por la fe, María acogió la palabra del Ángel y creyó en el anuncio de que sería la Madre de Dios en la obediencia de su entrega (cf. Lc 1, 38). En la visita a Isabel entonó su canto de alabanza al Omnipotente por las maravillas que hace en quienes se encomiendan a Él (cf. Lc 1, 46-55). Con gozo y temblor dio a luz a su único hijo, manteniendo intacta su virginidad (cf. Lc 2, 6-7). Confiada en su esposo José, llevó a Jesús a Egipto para salvarlo de la persecución de Herodes (cf. Mt 2, 13-15). Con la misma fe siguió al Señor en su predicación y permaneció con él hasta el Calvario (cf. Jn19, 25-27). Con fe, María saboreó los frutos de la resurrección de Jesús y, guardando todos los recuerdos en su corazón (cf. Lc 2, 19.51), los transmitió a los Doce, reunidos con ella en el Cenáculo para recibir el Espíritu Santo (cf. Hch 1, 14; 2, 1-4).
Por la fe, los Apóstoles dejaron todo para seguir al Maestro (cf. Mt 10, 28). Creyeron en las palabras con las que anunciaba el Reino de Dios, que está presente y se realiza en su persona (cf.Lc 11, 20). Vivieron en comunión de vida con Jesús, que los instruía con sus enseñanzas, dejándoles una nueva regla de vida por la que serían reconocidos como sus discípulos después de su muerte (cf. Jn 13, 34-35). Por la fe, fueron por el mundo entero, siguiendo el mandato de llevar el Evangelio a toda criatura (cf. Mc 16, 15) y, sin temor alguno, anunciaron a todos la alegría de la resurrección, de la que fueron testigos fieles.
Por la fe, los discípulos formaron la primera comunidad reunida en torno a la enseñanza de los Apóstoles, la oración y la celebración de la Eucaristía, poniendo en común todos sus bienes para atender las necesidades de los hermanos (cf. Hch 2, 42-47).
Por la fe, los mártires entregaron su vida como testimonio de la verdad del Evangelio, que los había trasformado y hecho capaces de llegar hasta el mayor don del amor con el perdón de sus perseguidores.
Por la fe, hombres y mujeres han consagrado su vida a Cristo, dejando todo para vivir en la sencillez evangélica la obediencia, la pobreza y la castidad, signos concretos de la espera del Señor que no tarda en llegar. Por la fe, muchos cristianos han promovido acciones en favor de la justicia, para hacer concreta la palabra del Señor, que ha venido a proclamar la liberación de los oprimidos y un año de gracia para todos (cf. Lc 4, 18-19).
Por la fe, hombres y mujeres de toda edad, cuyos nombres están escritos en el libro de la vida (cf.Ap 7, 9; 13, 8), han confesado a lo largo de los siglos la belleza de seguir al Señor Jesús allí donde se les llamaba a dar testimonio de su ser cristianos: en la familia, la profesión, la vida pública y el desempeño de los carismas y ministerios que se les confiaban.
También nosotros vivimos por la fe: para el reconocimiento vivo del Señor Jesús, presente en nuestras vidas y en la historia.
14. El Año de la fe será también una buena oportunidad para intensificar el testimonio de la caridad. San Pablo nos recuerda: «Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de ellas es la caridad» (1 Co 13, 13). Con palabras aún más fuertes —que siempre atañen a los cristianos—, el apóstol Santiago dice: «¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? Si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos de alimento diario y alguno de vosotros les dice: “Id en paz, abrigaos y saciaos”, pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así es también la fe: si no se tienen obras, está muerta por dentro. Pero alguno dirá: “Tú tienes fe y yo tengo obras, muéstrame esa fe tuya sin las obras, y yo con mis obras te mostraré la fe”» (St 2, 14-18).
La fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su camino. En efecto, muchos cristianos dedican sus vidas con amor a quien está solo, marginado o excluido, como el primero a quien hay que atender y el más importante que socorrer, porque precisamente en él se refleja el rostro mismo de Cristo. Gracias a la fe podemos reconocer en quienes piden nuestro amor el rostro del Señor resucitado. «Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 40): estas palabras suyas son una advertencia que no se ha de olvidar, y una invitación perenne a devolver ese amor con el que él cuida de nosotros. Es la fe la que nos permite reconocer a Cristo, y es su mismo amor el que impulsa a socorrerlo cada vez que se hace nuestro prójimo en el camino de la vida. Sostenidos por la fe, miramos con esperanza a nuestro compromiso en el mundo, aguardando «unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia» (2 P 3, 13; cf. Ap 21, 1).
15. Llegados sus últimos días, el apóstol Pablo pidió al discípulo Timoteo que «buscara la fe» (cf. 2 Tm 2, 22) con la misma constancia de cuando era niño (cf. 2 Tm 3, 15). Escuchemos esta invitación como dirigida a cada uno de nosotros, para que nadie se vuelva perezoso en la fe. Ella es compañera de vida que nos permite distinguir con ojos siempre nuevos las maravillas que Dios hace por nosotros. Tratando de percibir los signos de los tiempos en la historia actual, nos compromete a cada uno a convertirnos en un signo vivo de la presencia de Cristo resucitado en el mundo. Lo que el mundo necesita hoy de manera especial es el testimonio creíble de los que, iluminados en la mente y el corazón por la Palabra del Señor, son capaces de abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios y de la vida verdadera, ésa que no tiene fin.
«Que la Palabra del Señor siga avanzando y sea glorificada» (2 Ts 3, 1): que este Año de la fehaga cada vez más fuerte la relación con Cristo, el Señor, pues sólo en él tenemos la certeza para mirar al futuro y la garantía de un amor auténtico y duradero. Las palabras del apóstol Pedro proyectan un último rayo de luz sobre la fe: «Por ello os alegráis, aunque ahora sea preciso padecer un poco en pruebas diversas; así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, que, aunque es perecedero, se aquilata a fuego, merecerá premio, gloria y honor en la revelación de Jesucristo; sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo todavía, creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe; la salvación de vuestras almas» (1 P1, 6-9). La vida de los cristianos conoce la experiencia de la alegría y el sufrimiento. Cuántos santos han experimentado la soledad. Cuántos creyentes son probados también en nuestros días por el silencio de Dios, mientras quisieran escuchar su voz consoladora. Las pruebas de la vida, a la vez que permiten comprender el misterio de la Cruz y participar en los sufrimientos de Cristo (cf.Col 1, 24), son preludio de la alegría y la esperanza a la que conduce la fe: «Cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2 Co 12, 10). Nosotros creemos con firme certeza que el Señor Jesús ha vencido el mal y la muerte. Con esta segura confianza nos encomendamos a él: presente entre nosotros, vence el poder del maligno (cf. Lc 11, 20), y la Iglesia, comunidad visible de su misericordia, permanece en él como signo de la reconciliación definitiva con el Padre.
Confiemos a la Madre de Dios, proclamada «bienaventurada porque ha creído» (Lc 1, 45), este tiempo de gracia.
Dado en Roma, junto a San Pedro, el 11 de octubre del año 2011, séptimo de mi Pontificado.

BENEDICTO XVI

martes, 2 de octubre de 2012

MISAS DE SUFRAGIO EN EL MES DE OCTUBRE

Miércoles 3, 20 horas, por NHDª. Amparo Ruiz Reina.
Viernes 5, 20 horas, por NHDª. María Victoria Fernández Suárez y NHD. Ignacio Fernández de Loayza.
Viernes 19, 20 horas, por NHD. Fernando Peinado Merchante.
Viernes 26, 20 horas, por NHD. Francisco Martínez-Cañavate García-Mina.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

"LA CIUDAD Y LOS DÍAS", DE CARLOS COLÓN, EN DIARIO DE SEVILLA


En Sagasta siempre es 1910 en punto. La hora la da el reloj de la muy antigua relojería Torner, faltaría más, que por algo escribió Joaquín Romero Murube que los Torner han visto varias veces el infinito en las entrañas de los relojes; pero el año lo da el soberbio edificio modernista de José Gómez Millán de la esquina de Sierpes y Jovellanos. En su frontispicio, arropado por las alas desplegadas de las estilizadas águilas de forja que rematan la balaustrada de la azotea, está detenido para siempre el contador de años en el de 1910. 
Este año cumple el edificio un siglo de vida porque, aunque en él esté escrito que es de 1910, su obra se inició en 1909 y se concluyó en 1912. Las águilas recuerdan que allí estuvieron los Almacenes El Águila, junto a los de El Siglo y Sepu los primeros grandes almacenes españoles antes de que Pepín Fernández y Ramón Areces construyeran sus imperios de Galerías Preciados y El Corte Inglés. Cuando los Almacenes el Águila reinaban por toda España -desde la calle Preciados de Madrid a la sevillana Sierpes- Pepín aún no había convertido su Sedería Carretas en Galerías Preciados y El Corte Inglés era una tienda de confección para caballeros.
 
Desaparecieron los Almacenes El Águila de Sevilla -sic transit- pero quedó su edificio marcando para siempre 1910 en punto. Será por eso por lo que Sagasta templa el tiempo. Siguen en pie los espléndidos edificios modernistas de los números 3, 5 y 7 prolongando, con una continuidad que en la bárbara Sevilla es un milagro, la fachada barroca del Hospital de San Juan de Dios. Siguen vivas la relojería Torner, la lotería, el puesto de flores de los Montero o la relojería Ramiro de la barreduela de Monardes.
 
Convocados por ellos, porque la memoria de la ciudad sólo puede refugiarse donde halla puertos no destruidos por la especulación y la incultura, siguen paseando por allí los fantasmas de Antoñito procesiones, puro en boca y pies en ángulo obtuso tirando a llano, y el enano Laureano con su uniforme gris del Ayuntamiento. Sigue vendiendo bisutería Antonio Rodríguez Buzón en su tiendecita. Sigue saliendo todos los días la cofradía de la Hiniesta hecha con nazarenos recortados de madera en el escaparate de la tienda de novias. Sigue abierta la Cervecería Oriental. Siguen comprándonos en
 El Rosario de Oro 
a quienes siempre seguimos siendo niños en esta calle sin tiempo libros de Julio Verne y de Walter Scott o los pequeños devocionarios con tapas de nácar de las primeras comuniones. Sigue siendo Madre del Señor de Pasión -azulejo junto a azulejo- la antigua Virgen de la Merced que lo acompañó durante 124 años. Sagasta es la calle del eterno retorno.

jueves, 20 de septiembre de 2012

ROSARIO VESPERTINO DE NUESTRA ANTIGUA TITULAR

El próximo domingo, 23 de septiembre y víspera de la festividad de Ntra. Sra. de la Merced, saldrá en Rosario vespertino nuestra antigua imagen titular, desde la capilla del Colegio de las MM. Mercedarias, a las 19.00, continuando con ello por segundo año lo que esperamos se convierta en una referencia para años futuros: rindiendo así culto público a dicha venerada imagen.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

UN NUEVO E IMPRESCINDIBLE BLOG

Recientemente fallecido -hoy por la tarde se celebrará su funeral en nuestra Hermandad en su memoria- nuestro hermano D. Francisco Navarro, Ex-Hermano Mayor de Pasión y Medalla de Oro de nuestra Archicofradía, atesoraba un extraordinario archivo, lleno de interesantísimos documentos, que guarda en buena parte la memoria de nuestra Hermandad. Hoy su hijo, NHD. Juan Pablo Navarro de Rivas, ha creado (con el soporte de su editorial Maratania) un extraordinario blog, de enorme interés para nuestros hermanos, al que irá subiendo progresivamente para su consulta documentos significados del archivo custodiado por su padre. Este es el enlace, y recomendamos vivamente su seguimiento, consulta y lectura: http://archicofradiadepasionarchivofrancisconavarro.wordpress.com/ 
Muchas gracias, Juan Pablo, por esta iniciativa: no hay mejor manera de conservar la memoria de tu padre, que tanto significó para nuestra Hermandad.

martes, 18 de septiembre de 2012

DE NUESTRAS ACTAS: LIBRO DE ACUERDOS DE LA ANTIGUA HERMANDAD DE NUESTRO PADRE JESÚS NAZARENO DE LA PASIÓN Y MARIA SANTÍSIMA DE LA MERCED, SITA EN EL REAL CONVENTO DE NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED DE SEVILLA – AÑO DE 1833

CABILDO DE OFICIALES DE FECHA 13 JUNIO DE 1833 
Se nombra Junta de Gobierno compuesta por los siguientes hermanos: Hermano Mayor. Don Manuel de Arjona y Tamariz (Tte. Coronel del Ejército) Consiliarios. 1º Don José A. Melero, 2º Don Diego Mª Tifer. Fiscal. Don José Olloqui. Mayordomo. Don Manuel López Rodríguez. Secretarios. 1º Don Antonio Melero, 2º José Mª González. Prioste. Don José Mª Seña. Sigue una lista de 25 nombres, por lo que deduzco que deben de ser los hermanos que componían la nómina de aquella época, ya que el encabezamiento lo titulan “Lista de hermanos que componen….” En primer lugar de la lista mencionada figura el Comendador de la Orden de la Merced, Fray Manuel Naranjo. 

CABILDO DE OFICIALES DE FECHA 13 DE JUNIO DE 1841 
Se nombra Junta de Gobierno quedando constituida por los siguientes hermanos: Hermano Mayor. Don Manuel Arjona y Tamariz. Consiliarios. 1º Don Diego Tifer, 2º Don José A. Melero. Fiscal (Censor). Don José García Dávila. Mayordomo. Don José Bermejo y Carballo. (En sustitución del titular Don Manuel López) Secretarios. 1º Don José Doyega y Romero, 2º Don Antonio Bouzada. Prioste Don José Mª Seña. Diputados: Don Mariano de la Cuesta, Don José Mª Fernández, Don Manuel Sousa, Don Antonio Aparicio, Don José Mª Moreno y Don Luís de la Pila. El párroco de San Vicente era Don José Mª Vázquez. Queda reseñado en el folio 10 del Libro de Actas al que se hace referencia, que por no poder asistan al cabildo el Mayordomo titular Don Manuel López, el Hermano Mayor mandó as un comisionado, concretamente al 2º Secretario, a su casa para que hiciera entrega del libro de acta y las Reglas de la Hermandad, ya su grave enfermedad le impedía concurrir al citado cabildo. 

CABILDO DE OFICIALES DE FECHA 23 DE ENERO DE 1842 (ELECCIONES) 
Una vez celebrado el Cabildo y hecho el recuento la Junta de Gobierno quedó constituida como sigue: Hermano Mayor. Manuel de Arjona y Tamariz. Consiliarios. 1º Don José Antonio Melero, 2º Don Luís de la Pila. Mayordomo. Don José Bermejo y Carballo. Fiscal. Don José García Dávila. Secretarios. 1º Don José Doyega y Romero, 2º Don Antonio Bouzada. Prioste. Don José Mª Seña. Diputados: Don Marino de la Cuesta, Don Antonio Aparicio, Don José Mª Moreno, Don Antonio Bouzada, Don Bartolomé de la Caba, Don José Liñán, Don Francisco de la Seña, Don Manuel Gutiérrez, Don Carlos Ortega, Don Manuel Escobar y Don Ángel García Dávila. 

CABILDO DE OFICIALES DE FECHA 2 DE MARZO DE 1842 
El Hermano Mayor Don Manuel Arjona y Tamariz, es sustituido por Don Justo Romero y Moreno, como Diputado es nombrado Don José Mendoza. Quedando el resto de los Oficiales de Junta en los mismos cargos del Cabildo de fecha 23 de enero. Se aprueba también el modelo de escudo que fue presentado por el portavoz de la comisión nombrada a tal efecto, constando en acta que quedaba prohibido el uso de otro alguno. El escudo era el mercedario. 

CABILDO DE OFICIALES DE FECHA 25 DE ABRIL DE 1842 
Se sustituyen varios miembros de la Junta, quedando como sigue: Hermano Mayor. Don Juan de la Vega. Consiliarios. 1º Manuel Gutiérrez, 2º Don Antonio Martínez. Mayordomo. Miguel Melo. Fiscal. Don Juan de la Cuesta Secretario. Don Manuel Melero Prioste. Don Antonio Romero. Diputados: Don José Mª Seña y Don José García Dávila. Al comienzo del libro de Acta, figura en el índice que al folio 170 se relaciona el inventario de la Hermandad, dicho folio no existe ya que fue arrancado del libro conforme se detalla en acta posterior (folio 17 vto.). 
 (Seguirá) 
 José Mª Villajos Ruiz

lunes, 17 de septiembre de 2012

BESAMANOS A NUESTRA MADRE Y SEÑORA DE LA MERCED (FOTOGRAFÍAS: RODRÍGUEZ RECHI)


Encuentra más fotos como esta en Cofrades

MÁS DE 175.000 VISITAS

Nuevamente, el blog de nuestra Hermandad sigue creciendo: más de 175.000 visitas en algo más de cuatro años de vida. Seguiremos, Dios mediante, ofreciendo a nuestros hermanos las noticias de nuestra Archicofradía con un esfuerzo renovado, agradeciéndoos vuestras numerosas consultas, comentarios y aportaciones.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

FUNERAL EN SUFRAGIO DE NHD. FRANCISCO NAVARRO

El próximo miércoles 19 de septiembre, a las 20 horas, ante el altar de Triduo de Ntra. Madre y Señora de la Merced, tendrá lugar el funeral en sufragio del alma de NHD. Francisco Navarro Sánchez del Campo, Ex-Hermano Mayor y Medalla de Oro de nuestra Archicofradía Sacramental. Se ruega a nuestros hermanos asistan a este acto de piedad por quien fue tan significado hermano de nuestra Hermandad de Pasión.

BESAMANOS A NTRA. MADRE Y SRA. DE LA MERCED


La Sagrada Imagen de Nuestra Madre y Señora de la Merced se encontrará expuesta en Solemne Besamanos en la capilla sacramental de la Iglesia Colegial del Salvador los días siguientes y en los siguientes horarios: 
Viernes 14 de septiembre de 17 a 21 horas. 
Sábado 15 de septiembre de 10 a 14 horas y de 17 a 21 horas. 
Domingo 16 de septiembre de 10 a 14 horas y de 17 a 21 horas. 
Horario de fotografías: Viernes 14 de 17 a 18 horas.
Entrada por la Casa Hermandad de Pasión (calle Córdoba)

martes, 11 de septiembre de 2012

FRANCISCO NAVARRO SÁNCHEZ DEL CAMPO: UN DULCE SERVIDOR DE PASIÓN

Mi padre, Francisco Navarro, con mi madre, María Pilar de Rivas,
en la plaza de San Francisco

Era otoño del 37, un joven de dieciséis años, postrado ante Jesús de la Pasión, rogaba por su madre. Ella sufría los dolores del cáncer con los escasos paliativos de la época. Su petición era sencilla: “Señor, dale una muerte dulce”. Los días pasaban y ella había perdido la conciencia, pero el 6 de octubre despertó y, plena de lucidez, se pudo despedir de toda su familia y, especialmente, de su joven hijo. Poco a poco, se fue yendo plácidamente y sus últimas palabras antes de expirar fueron: “Señor, que muerte tan dulce”. Esa mujer era mi abuela, ese joven era mi padre, muchos lo conocisteis, Ex Hermano Mayor y Medalla de Oro de Pasión: Francisco Navarro Sánchez del Campo.
Cuando me lo contó, hace ya tantos años, en su despacho en nuestra casa de San Vicente, comprendí algo del porqué de su locura por Pasión. Me vinieron los ecos de las palabras de Lucas:”Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo.
Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo”. Él encontró en la imagen sublime de Montañés la llamada de Cristo, ante el que todo se desplaza, y, así, él no fue un simple devoto de Pasión, ni siquiera un hermano ejemplar, fue más; la Hermandad fue su centro, su casa, su oficio, su vida. Yo no sé cuánto le acercó a conocer a Cristo este caminar; sí sé que alimentó su fe y que su servicio dio frutos, sí sé del cariño que muchos le tuvieron y que él les ofreció.
Por su fe, siempre estaba en su boca, cuando las cosas podían ir mal, un “Dios proveerá” al que todo confiaba. Por su fe, fue un hombre de oración. Por su fe, cuántas cosas se le regalarían que a mi me gustaría contarte y que él se las llevó.
Desde 1941 a 1972, año desde el cual fue miembro del Consejo de Cofradías hasta 1983, y desde 1980 a 1992, sirvió a Pasión desde la Junta de Gobierno, siendo Hermano Mayor de 1988 a 1992. Desde ella participó en mucho de lo que es hoy patrimonio de la Hermandad: el paso del Señor, las bocinas, los ciriales, la corona de la Virgen, las gestiones fallidas para que la Virgen de la Victoria sustituyese a la antigua titular de la Merced y la elección de la actual más un largo etcétera del que se debe reseñar la organización, en 1970, del primer Grupo Joven de la Hermandad. Unido a ello, quizá fue el más incansable defensor de trasladar la cofradía a San Hermenegildo para conseguir una sede propia que le diera una completa independencia. Por otro lado, atendió a numerosas autoridades en nombre de la Cofradía y, especialmente, a S.A.R. la difunta condesa de Barcelona. Por último, su incansable labor de recopilación de documentos sobre Pasión que fueron formando su archivo; siempre abierto a todos los que lo quisieron consultar.
De la generosidad de mi padre hablan las donaciones al Señor de la túnica morada para el camarín y el cordón y cíngulo de oro para la novena, más distintas sayas y mantos más un puñal de Cayetano González para la Virgen, a lo que hay que añadir distintos enseres para la Hermandad. Y todavía más, las tantas veces, que ocultando su mano, ayudó a los hermanos que lo necesitaban.
En sus servicio a Pasión siempre se guió, según el decía, “por respetar la esencia y la ortodoxia de los cultos, usos y costumbres de la Archicofradía, transmitidos desde la primeras Reglas y por nuestros mayores, aunque siempre sometido al magisterio de la Iglesia”.
De todos es sabido su especial empeño en recuperar el Cirineo para el paso del Señor y volver al Misterio que había representado Pasión desde su fundación en el siglo XVI. Bien sabéis que perdió el cabildo en que solicitó cerrar este, para mí, incongruente paréntesis. Por mi parte, añado que, aunque mi deseo es también que el Cirineo vuelva a acompañar al Señor, cuando contemplo a Nuestro Padre Jesús de la Pasión sin su Cirineo con su cruz a cuestas, medito que, a modo de nuevo Misterio del Vía Crucis sevillano, nos recuerda a los cofrades de Sevilla cuántas veces dejamos de seguir a Cristo y de portar su cruz para ser público pasivo o actor que lo cuelga en la cruz de nuestros intereses. Dicho queda.
El cariño conque muchos se le acercaban siempre me admiró; singularmente, los más sencillos. En ellos depositaba una dulzura amable que, sin duda, a muchos les prendó y que será el recuerdo que para siempre de él se lleven. A mi memoria vienen Paco Gutiérrez, Antonio Combet, Antonio de la Torre y muchos más que me gustaría citar y, entre ellos, al más sabio, José Sebastián y Bandarán, y a la más humilde, Angelita, la que durante tantos años fue la más pequeña de las hermanas pero la más cercana a Él. A ellos unidos, todos los jóvenes de varias generaciones que él formó para la Hermandad: Serafín, José María, Jose, Juan Luis y muchos más que mi ignorancia no cita. Así, yo lo vi humilde con los humildes y paciente sufridor con los altaneros, como buen hermano de la Hermandad o de lo que esta debería ser: una comunidad cristiana de hermanos que siguen a Cristo y donde el servicio, el amor y el perdón rigen.
Así, su vida fue Pasión. Pero si la estación de penitencia es en la calle y concluye en el interior del templo, del hogar, así ocurrió con él. Su último momento ya no transcurrió de puertas afueras sino en su hogar, entre nosotros. Hace cuatro años, después de que durante tantos lo sostuviera, como buen cirineo, un bastón que formaba parte inseparable de su silueta, su cuerpo dijo basta. Pasó luego un sufrido año y, una mañana, los médicos nos dijeron que las posibilidades de sobrevivir a esa tarde eran casi nulas y, sin embargo, sobrevivió. Nos los trajeron y estaba transfigurado, el moribundo se había transformado y su rostro mostraba la misma estampa de la felicidad, de la dulzura y de la paz. Un rostro nuevo y radiante, que para siempre será mi mejor recuerdo, en el que yo creo fue el día más importante de su vida. A todos nos habló con un eufórico e inusitado gozo. De quien lo necesitó, le rogó perdón; a todos les mostró su amor y, sobre todo, a su mujer, a mi madre, María Pilar. Y su vida siguió en casa, de su dormitorio al cuarto de estar, rara vez salir y, si era así, esforzado por al anhelo de ver a Pasión. Tres años transcurrieron en que su estampa gozosa, poco a poco, se fue diluyendo, cada vez más aislado por su invalidez, por su sordera, por su cada día más escasa memoria pero, a su vez, resistiéndose a abandonarlo en todo lo que su ya escaso aliento le permitía.
De su último día, que yo viví sin saber que iba a ser el último y sin comprender que de mí se despedía, guardo para siempre que recordó a la Virgen, de que le dijo a mi madre que la quería y a mí que la cuidara y que, sencillamente, fuera bueno. No es mal testamento, me parece.
Como todo retrato, como toda imagen, ésta no deja de ser un atisbo, un simulacro, una apariencia que intenta descubrir una verdad. Para ello he buscado el rincón de mi corazón que más lo amaba ya que, al fin y al cabo, es desde el amor desde donde reconocemos la verdad. Y así, desde el amor a este hombre bueno que fue mi padre, que fue tu amigo, que fue tu hermano. espero que yo y tú, que lo conociste, lo recordemos con un rostro dulce como el de su madre que tanto añoró, como el de la Virgen de la Merced a quien se encomendó, como el de Jesús de la Pasión a quien siguió, y, haciendo mía su esperanza, deseo que contemple ya sus rostros para siempre. Así sea.

Juan Pablo Navarro
maratania@maratania.es
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