Se ha cruzado en mi arranque de semana tu hombro, tu barba casi clavada en el pecho, tus manos entrelazadas. Hoy pienso en ti, Señor de Pasión, y en la cruz que ponemos sobre tu piel de terciopelo. Esta tarde me ahogo en la búsqueda de tus ojos, en tu zancada… y sueño con la Plaza del Salvador y su rampa, con el sonido de las zapatillas de tus costaleros, con la nube suave y plena de tu incienso.
Seis letras y diez mandamientos. La plata debajo. El oro en el cielo. La cruz en el hombro. El aire. El amor hacia dentro. Porque Pasión es amor hacia dentro, perfección y misterio. Al contrario que el Gran Poder, que se ofrece hacia fuera, el Dios del Jueves Santo me invita a buscar su humildad, a meterme dentro. Si Dios quisiera hacerse madera, sería el Cristo de Pasión. Si Dios volviera a nacer en la carne, viviría en San Lorenzo.
Hoy recuerdo a Vicente Rus, la tirilla que luce Javier Criado en su cuello, el jarrillo de lata de José Manuel el aguador, la cintura sevillana de la Merced, la túnica, la cruz de guía, el milagro del paso del Señor, la melancolía de los ojos de los nazarenos del palio, los ropones de los acólitos.
Hoy pongo a tus pies, Señor de Pasión, el futuro de mis días para que decidas en ellos. Esta tarde suena muy dentro de mí tu plata y tu sangre. Me sabe tu recuerdo a última hora de jueves, a temblor de madrugada que acerca la convulsión y la fe. Hoy siento la emoción de una obra perfecta, blanca y terrible. Quisiera levantarte la cara para besar tu universo y morir si hace falta en las estrellas de tus manos.
Te has cruzado, otra vez, Señor de Pasión, en mi vida. Y quisiera agarrarme a esa zancada que tiene seis letras y diez mandamientos. Por eso volveré a buscarte, como Vicente buscó tu humanidad, como Javier durmió su futuro en tu regazo, como José Manuel le dio de beber al sediento. Cristo del Salvador, padre nuestro, que ya se acerca el jueves de la convulsión y la fe. Y volverás a ser nuestro Dios de madera.
Seis letras y diez mandamientos. La plata debajo. El oro en el cielo. La cruz en el hombro. El aire. El amor hacia dentro. Porque Pasión es amor hacia dentro, perfección y misterio. Al contrario que el Gran Poder, que se ofrece hacia fuera, el Dios del Jueves Santo me invita a buscar su humildad, a meterme dentro. Si Dios quisiera hacerse madera, sería el Cristo de Pasión. Si Dios volviera a nacer en la carne, viviría en San Lorenzo.
Hoy recuerdo a Vicente Rus, la tirilla que luce Javier Criado en su cuello, el jarrillo de lata de José Manuel el aguador, la cintura sevillana de la Merced, la túnica, la cruz de guía, el milagro del paso del Señor, la melancolía de los ojos de los nazarenos del palio, los ropones de los acólitos.
Hoy pongo a tus pies, Señor de Pasión, el futuro de mis días para que decidas en ellos. Esta tarde suena muy dentro de mí tu plata y tu sangre. Me sabe tu recuerdo a última hora de jueves, a temblor de madrugada que acerca la convulsión y la fe. Hoy siento la emoción de una obra perfecta, blanca y terrible. Quisiera levantarte la cara para besar tu universo y morir si hace falta en las estrellas de tus manos.
Te has cruzado, otra vez, Señor de Pasión, en mi vida. Y quisiera agarrarme a esa zancada que tiene seis letras y diez mandamientos. Por eso volveré a buscarte, como Vicente buscó tu humanidad, como Javier durmió su futuro en tu regazo, como José Manuel le dio de beber al sediento. Cristo del Salvador, padre nuestro, que ya se acerca el jueves de la convulsión y la fe. Y volverás a ser nuestro Dios de madera.
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