"[...] La efigie contiene, guarda para sí lo acerbo del dolor, como si la voluntad de padecer refrenara la intensidad del sufrimiento. En la faz patética hay un remanso nítido que no es espejo del alma que gime, sino retrato y trasunto de un corazón que sosegadamente se dispone a morir de dolor. No hay agonía en la cara, ni espanto en los ojos vencidos, ni abatimiento en los miembros, ni exaltación o sublevación de angustia en la actitud caminante. Todo es quietud y paz cristalina en la dulzura del rostro, en la afilada barba nazarena, en el terso y ondulante cabello. Anda sin andar, como afianzándose en cada paso, para ganar el otro, porque sobre todos los valores de su plasticidad realista cunde clásica y proporcionadamente la idea bíblica del manso cordero que, con obediencia y silencio, acepta el sacrificio [...]."
Como siempre, pinchando sobre la fotografía de Arenas que antecede al texto de Ortiz, podréis bajar la fotografía a gran resolución. Las entregas continuarán, D.m., en los próximos días.
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