UN HOMBRE BUENO
Corría el año 1973. En aquellos
tiempos yo era Prioste 1º y el querido y recordado Antonio de la Torre , Mayordomo de Pasión.
Un día Antonio me encargó buscar una persona para capiller. Pues
bien, me puse a buscar a la persona idónea para dicho puesto y un buen día
acerté a pasar por la calle Alhóndiga. Allí, por una ventana vi lo que me
pareció una carpintería y dada mi afición por el gremio, observé las maderas y
muebles que allí había hasta que el señor que se hallaba dentro me vio y me
invitó a pasar. Entablamos una animada conversación relacionada con todo lo
concerniente a la madera y el trabajo de la misma. Poco a poco fue pasando el
tiempo y este señor me fue enumerando algunas de las hermandades para las que
había trabajado, entre las que se encontraban La Exaltación , Los
Gitanos, El Valle… Pronto me di cuenta
de que se trataba de un carpintero de altura profesional, pues sus
conocimientos del oficio eran muy buenos y los trabajos que llevaba realizados
a lo largo de su vida, importantes. Hacía poco tiempo que había terminado la
parihuela del paso de misterio de La Exaltación.
En esos momentos me vino a la
mente el encargo que el Mayordomo me había encomendado días antes. Pudiera ser
que me encontrase ante la persona que yo andaba buscando. Así que derivé de
forma intencionada la conversación, diciéndole que yo era hermano de Pasión y
Prioste en esos momentos. Él se sonrió y me dijo que desde el primer momento le
había parecido que yo era cofrade de alguna hermandad de penitencia. Me comenzó
a contar algunos momentos de su vida y de cómo ésta se cruzó en un momento dado
con el Señor de Pasión.
Nuestro hombre, Francisco López
García, nace en Málaga un 13 de diciembre de 1912 y siendo pequeño, toda la
familia se traslada a Antequera buscando nuevos horizontes. Francisco, que así
se llamaba, pasa su juventud formándose en el noble oficio de carpintero hasta
que con 24 años tiene la desgracia de
conocer la Guerra Civil ,
siendo movilizado. Marcha al frente y permanece en filas hasta 1939, cuando lo
licencian. Esta dura etapa de su existencia le supuso un sufrimiento enorme. En
el tiempo que duró la Guerra ,
nuestro hombre obtuvo los galones de cabo y al finalizar la misma, fue
condecorado: el 15 de noviembre de 1939 se le concedan la Medalla de Campaña Cruz
Roja al mérito militar y la
Medalla Cruz de Guerra. Existe el documento acreditativo de
tales concesiones, las cuales él nunca mencionó (tal era su modestia) y que
gracias a la colaboración inestimable de su hijo Francisco, también hermano de
Pasión, he podido ver: el Certificado del Comandante Jefe del Regimiento de
Infantería Oviedo 8, 12º Batallón, dónde se le conceden las mismas y la firma
del Excmo. Sr. General Jefe de la
II Región Militar.
Una vez de vuelta en Antequera,
se casa con 29 años el 11 de mayo de 1941 con Dña. Carmen Burgos Giménez en la Parroquia de San Pedro. Fruto
de este matrimonio nacen cuatro hijos: Carmen, María, Francisco y Josefa. En
abril de 1955 y al igual que hicieran sus padres, se traslada, esta vez a
Sevilla, en busca de nuevos horizontes con los que poder sacar adelante a su
numerosa familia.
Nos encontramos ya en 1955 y nuestro Francisco está a punto de conocer
de forma “casual” al Señor de Pasión, que le habrá de cambiar la vida para
siempre.
Un día que se encontraba cansado
y desanimado, pues el trabajo que tanto necesitaba no terminaba de llegar,
atinó a pasar por la Plaza
del Salvador. Según me fue contando, bajó por la Cuesta del Rosario y
al girar a la derecha, se encontró con
la majestuosa fachada de la entonces Parroquia. Hubo algo, entonces no supo
definir qué, que lo empujaba hacia dentro y que sólo con el paso de los años
fue descubriendo: “Era Pasión”. Francisco se encuentra ya en el interior del
templo y se dirige directamente a nuestra Capilla, en la cual nunca antes había
estado. Es aquí donde se produce el primer encuentro. Francisco se quedó
extasiado ante la Imagen
del señor de Pasión. No me supo definir nunca qué fue lo que sintió, pero
estaba seguro que algo grande se estaba gestando. En esos momentos se puso de
rodillas y le pidió al Señor por su familia numerosa y le suplicó un trabajo,
pues habían pasado varios días agotadores y no había encontrado nada…y por
último, le pidió algo sorprendente y curioso: ya que se encontraba allí tan a
gusto y sentía tanta paz, si a Él le parecía bien, le concediera terminar su
vida laboral trabajando para Él. Me continuó contando con un punto de emoción
en su voz, que al día siguiente de este, para mí y para él prodigioso encuentro
con el Señor, encontró trabajo en una empresa que montaba las casetas de
nuestra Feria de Abril. A partir de ese momento ya nunca más le faltó trabajo
ni salud para realizarlo. En 1956 se
puede traer de Antequera a su mujer Carmen y a su hija María a la calle
Sebastián Recasens.
Las visitas al Señor de Pasión se
hacen cada vez más frecuentes y la devoción al Señor va creciendo cada vez más.
En 1957 el entonces Ministerio de la Vivienda le concede un piso en la calle Garcilaso
de la Vega y a
él se traslada, esta vez, con toda su familia.
En 1964, me continuó contando,
trabaja en un taller de carpintería y serrería en la Plaza de San Leandro y con
posterioridad, en la calle Alhóndiga nº 71. En ese taller y en de la Plaza de San Leandro es
donde me cuenta su hijo que hizo la parihuela del Stmo. Cristo de la Exaltación , aliviándole
el peso de forma considerable y que estrenarían sobre el año 1973 o 1974. Hasta
aquí la interesante biografía que en un momento se entremezcló con el Señor de
Pasión.
Yo, que esperaba con atención a
que Francisco terminara de relatarme su vida, le pedí permiso para hacerle una pregunta muy concreta.
Me dijo que sí y le solté:” ¿Quiere usted de verdad terminar su vida laboral,
tal y como le pidió al Señor de Pasión hace tantos años, en El Salvador?”. Él se quedó blanco y tras unos segundos de
silencio me contestó que si le estaba hablando en serio o “es cachondeo” (sic).
Me apresuré a responderle que era completamente en serio, pero que de aceptarlo
sería a dedicación completa y por tanto, si se llegaba a un mutuo acuerdo con
el mayordomo, tendría que dejar el taller. Él me insistió diciéndome que lo
había puesto muy nervioso y que si lo que le decía era verdad, en 24 horas
cerraría el taller y trabajaría, mientras tuviera vida, para el Señor de Pasión
tal y como le pidiera hacía años. Le contesté que esa misma tarde vería al
mayordomo, que le concertaría una cita
con él y que si llegaban a un acuerdo satisfactorio, la incorporación sería
inmediata. Me replicó que seguro llegarían pues estaba dispuesto a aceptar las
condiciones que fueran con tal de trabajar para el Señor de Pasión. En poco más
de 48 horas Francisco estaba trabajando para el Señor y ¡de qué manera!
En mayo de 1979 la Hermandad le rindió un
homenaje por su dedicación y en marzo de 1985, con motivo de su cercana
jubilación, se le rinde un segundo homenaje. En mayo de 1985 dejó de ser
capiller, habiendo prestado sus servicios a la Hermandad durante más de
12 años.
En cierta ocasión le vi de manera
casual introduciendo unos billetes en el cepillo de la Comisión de Caridad y le
pregunté bromeando, “¿Qué, Francisco, te ha tocado la lotería?” y él me
contestó riéndose, “No, es que le he hecho unos trabajos a un hermano en mis
días libres y el dinero que he ganado se lo dejo a la Comisión de Caridad, que
seguro que hay personas que lo necesitan más que yo”. Este era Francisco en
estado puro.
Recuerdo también un verano en que
me comentó la posibilidad de hacer una habitación o “soberao” de madera en
nuestro Archivo, dada la altura de los techos. Teniendo en cuenta la falta de
espacio que teníamos en el Archivo, me pareció justificada la idea y me propuso
que si yo le ayudaba, le ahorraríamos a la Hermandad contratar a un operario y sólo habría
que abonar los materiales, vigas de madera y tablazones. Así lo propuse en
Cabildo de Oficiales siendo aprobada la reforma. Aquél verano quedó terminada
la ampliación del Archivo con su escalera de madera para subir al 2º piso.
A él también se deben los
armarios de las ropas que están en la Secretaría así como el cerramiento de la escalera
hecho con la madera que salió de las bancadas del la Sala Sacramental ,
todo ello confeccionado en un pequeño taller que él se montó en lo que hoy es la Capilla Funeraria
de los Pineda en el Patio del Salvador. A él también se debe la vitrina que
está en la Sala
de Cabildos y que guarda el Estandarte de la Virgen de las Aguas.
Este fue Francisco, un fantástico
hermano de Pasión, un capiller extraordinario, un profesional excelente y sobre
todo, un hombre de bien del que personalmente, me siento orgulloso de haber
conocido y tratado. Fue en definitiva, la encarnación del título que encabeza
esta semblanza, UN HOMBRE BUENO.
Francisco falleció el 14 de
septiembre de 1989. Descanse en paz tan buen hermano de Pasión y excelente
amigo al que hoy me honro en traer a estas páginas en memoria de gratitud y de ejemplo de vida cristiana.
Carlos Murube
Salvatella
2 comentarios:
Efectivamente Carlos, Francisco fue un "hombre bueno" y un grandísimo hermano de Pasión. También doy gracias por haberlo tenido como amigo.
Nunca se nos olvidará, a los que ya tenemos algunos años, la seriedad y la cabal grandeza de hombre de bien de Francisco el capiller: recién llegado a la Hermandad, allá por el año 79, pasaba no pocas tardes -y alguna que otra mañana- por allí, con Francisco y Angelita (¡vaya calidad de personas ambos!). Por aquello de la edad -la suya y la mía-, al principio traté de llamarle de "don" Francisco, y él me dijo muy claro: Aquí el único "don" que hay, está en la capilla; yo soy Francisco, nada más. Pues aunque no quisiera ponérselo, ese "don", del que hoy más de uno abusa sin deber hacerlo, lo tenía y lo merecía de sobra Francisco por su bonhomía y su calidad humana. Descanse en paz aquél que tuvo la gran suerte de acabar su vida al lado de nuestro Señor de Pasión. Y muchas gracias, Carlos, por tan feliz recuerdo que nos traes a esta página.
Publicar un comentario