Fotografía: Fran Silva |
A todos aquellos que el jueves próximo vestirán por última vez su túnica de nazareno.
Blandas las muñecas,
ella, con esfuerzo
te pone la túnica
y ese escudo viejo
que era el de tu padre:
seda y terciopelo,
pálidos ahora
sobre el ruán negro.
Te viste
despacio,
muy lento,
como hacía con los hijos pequeños.
Sales de tu cuarto:
se hace el silencio.
Los nietos se acercan,
su abrazo es estrecho.
Tus ojos, muy claros,
se nublan de un cerco.
Sobran las palabras:
el mar del afecto
las ahoga nonatas.
Llegas a la plaza,
y como en un sueño
entras en el patio
cubierto de cielo.
Pasas a la iglesia,
te inundan las llamas
de la roja cera:
palomas de luces
en el techo vuelan.
Ves mudar tu vida
en pocos instantes:
un monago niño
de mano del padre;
cirio enhiesto y joven,
erguido y vibrante.
Una cruz al hombro
por lo que Dios sabe.
Llegas a la fila:
con tristeza cuentas
a los que conoces,
palpas las ausencias.
La garra del Tiempo
la ves hoy de cerca.
Un suspiro surge
de tu boca seca.
Es tu último año.
Y por eso rezas,
y por eso sufres,
y por eso tiemblas.
¡Pobre nazareno,
es el último año
que acompaña al Maestro!
1 comentario:
Precioso, sentido y escrito con el corazón de un buen hermano de PASIÓN. A todos nos llegará ese momento.
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