Fotografías: Manuel Álvarez Casado.
Un gran día para Pasión. En el momento en que el señor Cardenal subió los escalones y besó -el primero- el talón desnudo del Señor, se abrió la compuerta de un río de devoción que anegó por completo una capilla repleta y unas naves -las de la Colegial- llenas de hermanos y devotos que esperaron con paciencia a poder dejar, durante unos breves segundos, ese tributo de afecto que ya, desde ayer, todos los hermanos podremos dejar en la carne viva del Señor cada vez que queramos o que lo necesitemos. Más cercano, más asequible aún si cabe a nuestros ruegos y a nuestras preces se encuentra, desde ayer, nuestro Padre y Señor, Jesús de la Pasión, que espera -en Su capilla recién remozada- nuestra visita y la muestra palpable de nuestro cariño: no le hagamos esperar, vayamos a acompañarle, besémosle sus plantas doloridas: ahí está, entregado por nosotros, cargando con Su cruz -tan pesada- por nosotros. Él siempre espera: no faltemos, y ahora menos que nunca, hermanos y devotos de Pasión, a su silenciosa llamada.
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