Vivir sin Amor no es vida, os escribí el otro día. Pero el ser humano ha de saber sentir con fuerza lo que lleva dentro, pues solo de ésta forma logrará tener resonancia afectiva, ecos de sus propios sentimientos. Es necesario sentir que se ama, que se está queriendo y hace falta para experimentarlo intensamente que la afectividad producida sea apasionada. La experiencia humana es una hoguera que solo ha de ver consumirse, con el transcurso del tiempo, sus aspectos físicos. Pero en los adentros del alma las llamas han de tener una fuerza que siempre se vaya incrementando. Solo así iluminarán los pasos del camino que estemos transitando. Pero la mayoría de los mortales confunden apasionamiento con desvarío, como esa conversación entre gritos y chillidos donde los argumentos de uno se pisan y contradicen con el vocinglerío del otro, como si por chillar tomaran fuerza los argumentos. La Pasión ha de ser fuerza serena, madura, majestuosa y limpia. Como El Rostro y La figura del Nazareno que guarda su tesoro entre platas repujadas de Capilla Sacramental en el Templo Colegial del Salvador. Si estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, como lo estamos, tenemos que aprender que en la Pasión serena está el sosiego profundo, la placidez y el descanso real de los mortales.
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