martes, 19 de abril de 2011

DIOS EN LAS CALLES

Sonido de alpargata sobre el añejo tablao.  Remotos se van perdiendo los acordes del órgano en el dulce y lento descenso. Clamor silencioso de rezo y petición. Balcones que quieren tocarte suavemente. Plaza rebosante de fe. Brisa que mueve tu túnica. Lagrimas, recuerdos, miradas…  Enfilas mansamente la calle que al final guarda palacios; en una diminuta capilla te saludan con la cruz de San Andrés. Calle abajo, despacio, lento… Titilan las candelas que te alumbran. Ronda la centuria: aires macarenos a lo lejos… Te hallas en el sitio en que dos siglos atrás rezaban en tu altar, plaza ducal e irreconocible; la preside un pintor eterno. De repente, el ágora del pueblo, palquillo que se extasía,  saeta del corazón… y mira qué maravilla de Martínez Montañés… Retumba el martillo… Silencio. Lento, muy lento, avanzas: te pierdes en la angostura de la calle con leyenda de serpiente; cafés con tradición, comercios aún con solera. Te esperan viejos casinos con hermanos antiguos, que se levantan a tu paso e inclinan su cerviz. Niños que piden cera y que te miran, cines que ya no están, aromas reposteros, las cuatro esquinas, la vieja cárcel… Y la plaza que enseña el plateresco. Palcos engalanados, mantillas y rosarios, respeto y tradición. La arteria recta, lento, muy lento. Artesano de luz y de paciencia… te llamó el poeta. ¡Pero si pareces caminar! La gran mole gótica (Santa María de la Sede), obra de locos. Puerta de un arcángel, los canónigos púrpura te reciben en ella. Broche de oro… Altas bóvedas, frío mármol, mutismo de noche, quietud religiosa, oración sincera, respeto al Sacramento y cumplimiento de regla antigua. Cancel a los pies de la torre –la giganta- de  testigo. Plaza agosteña, casa del Pastor, gradas altas, olor a azahar y calles con nombres que evocan a otros pueblos. Cuesta lenta, muy lenta. Ya casi en casa. Estrechez, más balcones, más comercios, más rezos, más miradas… Las devuelves. La plaza está a oscuras, la luna grande, la plata brilla, el cante se hace oración… Y de pronto desapareces en el dintel de la vieja Colegial, retablo al fondo. Detrás  viene tu Madre con sones de Turina: la acompañan cuatro penitentes blancos.
¿Hasta el año que viene? No,  hasta cada día. 
JMDR

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Magnifico.Enhorabuena

Anónimo dijo...

Precioso, me ha encantado. Le felicito.

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