Nunca podemos creer ni que todo pase tan pronto, ni que sea verdad tanta belleza. ¡Lo que estará en la calle esta tarde! ¡Pues anda que esta noche! ¿Y mañana Viernes? Como los años se te pasan volando, se van estos días grandes, y se te viene la vida encima, de golpe. Muerte del Señor aparte, son días de luto y de tristeza... porque esto se está empezando a acabar. ¿Qué día de toda la Semana pasa más pronto que la tarde del Jueves Santo? Porque llega ese momento de ilusión, de nervios, de cansancio, en que las últimas peinas del Jueves Santo se cruzan con los primeros abrigos de la Madrugada. ¡Ya hay gente en las sillas esperando! Sigues sin creerte la belleza de lo acabas de ver. La que conmovió al poeta Rafael de León en el abono de su silla en una calle Sierpes de mantillas con peinas bajas, vagones de arvellanas y clarines de la Caballería del Brigada Rafael, cuando en el jardín de papel de su genialidad improvisó la saeta:Pasión le llama Sevilla/y es de Pasión un clavel./Hinca, hermano, la rodilla/ante esta gran maravilla/de Martínez Montañés [...].
Yo ahora tomo los pinceles de Valdés Leal y con palabras pinto el cuadro de la brevedad de la vida. Del racheo que descendía a Cristo ante la Virgen sin lágrimas de la Quinta Angustia, ¿qué se hizo? ¿Por qué rampa de plata se nos fue el Señor de Pasión, el Dios de la madera, ese Nazareno que nació teniendo madera de Dios?
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