"El Adviento se orienta a la celebración de la primera venida histórica de Cristo en Navidad; pero nos remite también a su venida última, sin perder por ello la perspectiva del presente en que se realizan las continuas venidas de Dios en los acontecimientos diarios de la historia personal y comunitaria.
Convertirnos al amor y a la justicia
Para vivir el gozo de la venida del Señor, habremos de profundizar en la conversión continua como actitud: ¿Qué puedo y debo hacer ya para mejorar mi conducta y la situación de mi entorno? En respuesta a esa pregunta, el Bautista propuso dos sectores de acción, que de hecho es una opción única con dos vertientes: amor y justicia. (Lc 3,10-11). La fe y la conversión cristiana son praxis del amor eficaz que comunica la salvación recibida de Dios.
San Juan nos dice en su evangelio (Jn 17, 1-3): "Padre, esta es la Vida Eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo". Se trata pues de conocer a Dios a su enviado que San Pablo en la carta a los Colosenses (1,3) nos describe diciendo: "Él es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque por medio de Él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades; todo fue creado por Él y para Él".
La venida de Cristo a la tierra es un acontecimiento tan inmenso que Dios quiso prepararnos durante siglos con un Adviento que duró cuatro mil años. Tantos hombres santos y profetas del Antiguo testamento que no cesaban de aspirar y pedir por la venida del Mesías el Salvador. El Profeta Isaías nos dice que "el Señor reúne a todos los pueblos en el Reino de Dios" es una espera expectante.
La primera venida de Cristo, que fue humilde y escondida, se realizó con su nacimiento en Belén de Judá. Ahí culminó la larga espera del adviento pre-cristiano, pues se cumplieron entonces las profecías y esperanzas mesiánicas del Antiguo Testamento. Así se inauguró también la plenitud de los tiempos de la salvación de Dios dentro de nuestra historia.
La segunda y última será esplendorosa y magnífica que fundamenta la vigilancia escatológica y la esperanza del cristiano y de la Iglesia. Pueblo peregrino y en marcha hacia la consumación final.
Vivir el Adviento, para el cristiano, es vivir la "espera", la esperanza de aquello que nos satisface profundamente, que llena de contenido lo más profundo del ser, lo constitutivo del ser humano: Dios con nosotros, el Enmanuel. Cristo Jesús es la razón y el objetivo de nuestro esperar.
Hch 4,12: "Ningún otro nos puede salvar, ni bajo el cielo se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos"
Por eso el adviento es tiempo de conversión, tiempo de preparar los caminos y enderezar las sendas para que se acerque el advenimiento del Señor; el que nos preparará para el Reino.
Adviento es todo el tiempo de la Iglesia. Es decir, el adviento se impregna en el estilo cristiano de vida; en la espiritualidad del cristiano. El apóstol Pablo en la carta a los romanos nos muestra que "nuestra salvación está cerca ". Vida de espera, vida de esperanza, vida de vigilancia: la venida última de Cristo que se anuncia en las parábolas de la vigilancia (Mt 24,37-44). En la vivencia cristiana del Adviento debe haber un equilibrio entre las tres venidas del Señor, pasada, presente y futura. Pasado y futuro que se hace presente en el "ya" iniciado de la salvación de Dios que "todavía no" poseemos en plenitud. ( ... ) vigilancia permanente.
También hoy hay una amenaza para la espera expectante, propia de toda esperanza, a saber: la satisfacción por el presente. Quién no vive cara a Dios, quién no conoce a Dios vive fuera de la esperanza que conlleva al individualismo a la autosatisfacción, a no querer compartir. En definitiva a un materialismo frustrante que destruye al hombre. (Encíclica del Papa Benedicto XVI: "Spe Salvi")
Acoger a Dios que revela su misterio en Jesucristo
La revelación cristiana es ante todo y sobre todo una persona: Jesús, el Cristo, revelación absoluta de Dios y de su designio, y del hombre y su salvación. Por eso debemos ser conscientes de que "Dios nos eligió y nos amó en su Hijo Jesucristo desde toda la eternidad" (Ef 1,3-8)
Nuestra fe no nos mueve a buscar lo que está fuera, por encima de nosotros, sino lo que nos aguarda delante de nosotros. La fe no es una adquisición de una vez para siempre, sino que implica un proceso en constante evolución, una permanente atención a la imprevisible sorpresa de ese Dios nuestro que siempre está viniendo. Por eso la tensión de la fe consiste en vivir no entre el mundo y el cielo, la tierra y el empíreo, sino entre el presente y lo por venir; es decir, para los cristianos, la esperanza puesta en Jesucristo.
A Jesucristo sólo se le conoce desde dentro de su destino, palabra y persona, participando en la conciencia que él tiene de sí mismo. Para conocer a Cristo es necesario seguirlo. Sólo entonces nos enteraremos de donde vive:
A la pregunta: "Donde vive?, ¿Quién eres tú?, su respuesta sigue siendo la misma: "Venid y veréis" (Jn 1,38).
Celebrar el Adviento es hacer efectiva la obra de la Salvación humana. Cristo está presente en su Pueblo, sobre todo en la acción litúrgica: en el sacrificio de la Misa, en los Sacramentos y en la Palabra. Ésta es la misión de la Iglesia".
Florentino Córcoles Calero, Pbro.
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